Bajo esa imagen intimidatoria y poco amigable de un tubo metálico con sendos ganchos a lado y lado, se esconde una de las herramientas básicas en la actividad laboral del fisioterapeuta moderno. Una herramienta que complementa la terapia manual.
La técnica de gancheo o fibrólisis diacutánea, tiene su origen en el método de James Cyriax (creador o desarrollador del masaje transversal profundo), y fue mejorado por uno de sus discípulos avanzados, Kurt Ekman, que complementó el método añadiendo un palo con los extremos finos para poder llegar más profundo y de forma más analítica a la región que se pretendía tratar. Este implemento se fue adaptando hasta desarrollar las versiones precoces de los actuales ganchos.
En la actualidad, hay muchas variantes de material para una misma herramienta. Los hay metálicos, de acero u aluminio, de plástico, de madera… y con múltiples variantes en cuanto al tubo (circular o aplanado, con ganchos de distintas medidas y curvaturas, con una bola en un extremo para trabajar los puntos gatillo…etc). Cada instrumento termina en una espátula cuyo ensanchamiento permite disminuir la presión ejercida sobre el tejido, de manera que se reduce la irritación cutánea que podría provocar el instrumento sobre la piel. Con estas variantes para un mismo implemento, la clave, como siempre, está en la habilidad, pericia y experiencia del fisioterapeuta a la hora de aplicar esta técnica. Es básico que el fisioterapeuta tenga la formación especializada reglada al respecto.
Como decíamos, la técnica tiene su origen en el Cyriax, que es un masaje transversal profundo orientado principalmente a trabajar sobre tejido conectivo (ya sea a nivel de cicatrices, de tendones, etc.). El objetivo de la aplicación de la fibrólisis es también el tratamiento del tejido conectivo, sobre todo a nivel del trabajo sobre las fascias. Como sabemos, las fascias recubren cualquier estructura interna de nuestro cuerpo, por lo que podríamos hacer una lectura fácil y pensar que el tratamiento de fibrólisis puede ser útil para cualquier tipo de patología, pero debemos ser sensatos y entender que, como cualquier otra técnica o tratamiento aplicado, no sirve para todo tipo de afectación.
A nivel teórico, la técnica permite la destrucción de adherencias y corpúsculos irritativos inter-aponeuróticos o mio-aponeuróticos. En la práctica, y de forma fácilmente entendible, la aplicación de los ganchos sirve para realizar una movilización profunda de los tejidos, fundamentalmente causando efecto en estas fascias.
La fascia es una estructura de tejido conectivo que recubre todas las estructuras corporales como una red tridimensional (imaginémosla como si de un film de plástico se tratase), y cuando se produce algún tipo de afectación, desde una simple contractura muscular a una lesión, articular, muscular o ligamentosa, como efecto secundario se genera una restricción de movimiento y/o una alteración en la capacidad de adaptación de estas fascias.
Entendamos que dos estructuras recubiertas por fascias y que están en contacto, deberían ser capaces de deslizarse la una sobre la otra para generar movimiento sin ningún tipo de restricción (más allá de las fisiológicas). En caso de afectación, esta movilidad entre planos puede quedar limitada por adherencias, atrapamientos de las propias fascias o limitaciones de tipo mecánico.
De estas múltiples opciones terapéuticas, en cuanto a la afectación musculo-esquelética, con la aplicación de los ganchos se busca precisamente un efecto mecánico a nivel de estas restricciones. Se trata de realizar una movilización pasiva de los grupos musculares por tabiques, para hacer movimientos de los unos sobre los otros de forma muy analítica. Esta movilización se puede realizar de distintas formas, de las que destacamos 3 formas de aplicar la técnica, fundamentalmente:
- Gancheado: Se realiza con la parte cóncava de la curvatura, abarcando tanto tejido como se pueda. El gancho se sitúa perpendicular al grupo muscular, y se aplica de manera que la espátula quede situada a nivel del tabique muscular del segmento que queremos movilizar. Con la espátula a este nivel intermuscular, y en combinación con la mano libre, se realiza una acción combinada entre la mano que sujeta el gancho y la mano que acompaña la acción, con la que se “sacude” el músculo a la vez que el gancho se desplaza y trata de separar los segmentos musculares. Esta acción entre ambas manos, que es una desviación radio-cubital de las dos manos en espejo. Debe ser sincrónica para que la acción sea eficaz y se produzca este efecto de “sacudida” sobre el vientre muscular.
- Estiramiento fascial: Se realiza con la parte convexa de la curvatura, trabajando con el gancho al revés. Se trata de realizar un efecto de estiramiento y relajación sobre la fascia, que se verá traducido en un efecto de relajación sobre el vientre muscular. Se debe situar el filo del gancho a nivel del tabique intramuscular para poder realizar una compresión que permita “meterse” entre los dos planos, para así lograr una elastificación de la fascia. Es una maniobra mucho más lenta. Mediante el gancho debemos ser capaces de detectar cuáles son las zonas de mayor resistencia a nivel fascial para poder incidir sobre ellas. Es una maniobra que puede resultar más llamativa a nivel visual, puesto que el gancho puede llegar a “entrar” de forma visible en el espacio del tabique muscular, por lo que debe controlarse la magnitud con la que se aplica. Salvo en casos de restricciones importantes no es una maniobra dolorosa pese a ser muy llamativa.
- Rascado: Se realiza con la punta de la espátula del gancho pequeño (hay 3 ganchos pequeños). Esta es la variante terapéutica que más se asemeja a los orígenes del cyriax, y es que el objetivo de la misma es realizar un rascado multidireccional, con el que lograr un aumento de la circulación a través de una inflamación local, así como una movilización forzada del tejido conjuntivo por efecto directo del rascado con el gancho. Con esta acción, se logra dar mayor elasticidad y flexibilidad al tejido, y por tanto una mayor capacidad de adaptabilidad al movimiento.
Con estas 3 variantes de las maniobras, en función de la región del gancho que utilizamos, nos podemos hacer una idea de la forma de trabajar con los ganchos. A partir de aquí, se pueden realizar variantes en función de la dirección del movimiento, de la presión, etc. Pero hay un aspecto que no se nos debe pasar por alto cuando hablamos de la aplicación de los ganchos, un criterio primordial para todas estas maniobras o sus variantes es el de NO DOLOR. Una maniobra puede ser incómoda pero no dolorosa. Si al realizar la maniobra se produce dolor, cambiaremos el punto de aplicación a más distal, para lograr un efecto reflejo que nos permita trabajar de nuevo en la zona en cuestión. O bien, variaremos la maniobra que estamos aplicando. Si el dolor persiste, cambiaremos la propuesta terapéutica. Es cierto que hay ciertas regiones del cuerpo que son más sensibles e incómodas, como puede ser el borde interno de la tibia en el tratamiento de la periostitis, el tendón de Aquiles o la musculatura aductora, pero en estos casos, el fisioterapeuta debe discriminar qué es realmente dolor y qué no.
Previamente a utilizar cualquiera de las variantes de técnica de “gancheado”, se debe llevar a cabo un procedimiento palpación digital y de palpación instrumental de forma muy metódica. Una buena palpación en este sentido permitirá detectar y delimitar el vientre muscular, analizar cuál es la zona que presenta restricciones y situar bien el gancho en la región anatómica requerida. Al sincronizar los movimientos de ambas manos, aumentará la efectividad de la técnica, reduciendo los riesgos por aplicación de la técnica en regiones no apropiadas.
Como norma general, la forma de aplicar los ganchos es de distal a proximal, es decir, para empezar a trabajar una región afectada, iniciamos el tratamiento distalmente a la lesión, para obtener un efecto reflejo, ya sea de disminución de la tensión muscular, fascial o bien de mejora de la movilidad. A medida que el tratamiento avanza, nos vamos acercando a la región afectada, hasta trabajarla directamente si es necesario.
En cuanto a sus aplicaciones, los ganchos pueden utilizarse para prácticamente cualquier estructura muscular, tendinosa o articular a nivel superficial. También permiten trabajar a cierta profundidad debido a que pueden penetrar en los tabiques intermusculares. Pero como comentábamos al inicio del texto, no debemos caer en el error de pensar que es una terapia que nos sirve para tratar cualquier tipo de afectación. Nos gustaría destacar algunas de las patologías en las que se aplica habitualmente y que según nuestro criterio son óptimas para este tratamiento:
- Tendinopatía de Aquiles i T. Rotuliano
- Fascitis plantar
- Sobrecargas musculares tríceps sural
- Sobrecargas musculares isquiosurales
- Tenosinovitis extensores del pie
- Periostitis
- Cervicálgias
- Tendinopatías del manguito rotador
- Epitrocleálgias y epicondilálgias
Además de los efectos mecánicos que hemos citado sobre la patología musculoesquelética, también se dice que ofrece beneficios como, por ejemplo, a nivel circulatorio mediante la liberación de la histamina o a nivel neurológico mediante la producción de un efecto por el reflejo de inhibición al trabajar sobre una región con aumento de la tensión. Estos son efectos que vienen derivados de la propia aplicación de la técnica pero que no son el objetivo prioritario en si en la decisión de la aplicación de los ganchos.
Esperamos que os haya gustado el texto! Más adelante dedicaremos un post a la aplicación en la patología del tríceps sural!